Por: Eric Rafael Ramírez Basurto
El pasado primero de julio los mexicanos vivimos un proceso electoral en el cual no solamente elegimos al próximo titular del Poder Ejecutivo, sino que además votamos para elegir la nueva composición en el Congreso de la Unión integrado por 500 Diputados y 128 Senadores.
La nueva composición del Poder Legislativo sin duda alguna será un factor determinante para el futuro del país en temas tan importantes como las grandes reformas pendientes que requiere el país desde hace mucho tiempo, así como aquellas que le permitan al nuevo Presidente de la República cumplir sus promesas de campaña.
Como resultado de este proceso electoral el PRI se ha constituido como la primera fuerza política del país seguido de los partidos de izquierda y del PAN, sin embargo esta mayoría no le alcanza al partido tricolor para obtener una mayoría absoluta por lo que necesariamente tendrá que generar consensos con otras fuerzas políticas si desea alcanzar sus objetivos parlamentarios ya que si esto no ocurre existe el riesgo de caer nuevamente en una especie de letargo para aprobar las iniciativas de Ley en las cámaras.
Para evitar este escenario indudablemente será decisivo el trabajo que desarrollen los nuevos actores políticos: desde los coordinadores parlamentarios, los enlaces y operadores del nuevo Gobierno Federal, la capacidad de los nuevos legisladores y sobretodo la actitud que adopten los partidos políticos, por una parte el PRD que tendrá que optar por ser “belicoso o institucional” y por la otra Acción Nacional que tendrá que refrendar su madurez política como oposición responsable en la construcción de acuerdos que beneficien al país.
Los nuevos integrantes que conformarán la LXII legislatura del Congreso deberán mostrar desde el principio la actitud democrática, responsable, madura y reconciliatoria que tanto requiere la nación y de la que ha hablado el virtual candidato ganador, el priísta Enrique Peña Nieto, si esto es posible se ve lejano que el Poder Ejecutivo y Legislativo se confronten en perjuicio de los mexicanos.
Que ningún partido haya alcanzado la mayoría absoluta en las Cámaras significa que lo que están pidiendo los mexicanos es pluralidad, pero en ese reconocimiento de la diversidad está también el afán de que la clase política logre ponerse de acuerdo como resultado del debate, del respeto a las ideas y del consenso y no de la imposición y de negociaciones oscuras que tanto daño han hecho al desarrollo del país.
Este reclamo fue hecho por el propio Presidente Felipe Calderón cuando pedía que discutieran sus iniciativas “que las aprueben o que las rechacen, pero que las discutan”, decía el todavía titular del Poder Ejecutivo, quejándose así de un estancamiento legislativo. Incluso su antecesor, Vicente Fox, llegó a pronunciarse en el mismo sentido.
Es evidente que el Congreso desahoga un conjunto muy amplio de temas, de intereses, de posiciones, de ideologías en las que necesariamente tienen que haber posiciones encontradas, por esto puede ser reducido considerablemente si como resultado de una actitud madura y del logro de acuerdos se puede marcar una agenda política de temas prioritarios en la cual todos los partidos tengan que verse obligados a trabajar para sacar adelante. Si esto se logra un escenario de enfrentamiento sólo se daría si el Ejecutivo actúa con el ánimo de imponer su punto de vista pase lo que pase, pero si el nuevo inquilino de Los Pinos tiene una posición tendiente a la conciliación y a la negociación, las probabilidades de pugna disminuirán considerablemente. Peña Nieto no deberá gobernar solo con su partido, tendrá que encabezar un gobierno incluyente, tolerante, y de participación social, tendrá que gobernar con la gente, de cara a la sociedad, una sociedad civil más informada, cuestionante y pendiente del actuar político, pero también será necesario que gobierne junto con la nueva legislatura.
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